Hace ya miles de años que hombres y mujeres, sinceros buscadores de la verdad, y deseosos de desentrañar el misterio de la existencia de una u otra manera, comenzaron la búsqueda para responder a esas preguntas esenciales que nos hemos planteado hace un momento y que siguen siendo el motor básico que impulsa a los verdaderos pensadores, a los futuros Maestros de la Vida.
Muchos de esos hombres y mujeres abandonaron incluso la comodidad de sus hogares para, en tiempos inciertos, partir a la búsqueda de las fuentes de la Sabiduría eterna para saciar en ella su sed de conocimiento.
Algunos encontraron a otros seres semejantes a ellos en el deseo de saber y se unieron para emprender la búsqueda en la que compartirían sus experiencias individuales para mutuo beneficio.
Por sus estudios y esfuerzos ellos descubrieron un Gran Secreto que les permitía ser dueños de su propia existencia.
Fundaron en la antigüedad las Escuelas de los Misterios y se constituyeron en Veladores Silenciosos, para transmitir lo que habían descubierto y para preservar el conocimiento interior que hacía libres a aquellos que lo poseían.
Pero, cabría preguntarse, ¿qué es el secreto que descubrieron en las Antiguas Escuelas de Conocimiento Esotérico, guardándolo como un tesoro al abrigo de los profanos, reservándolo solamente para aquellos elegidos que probaban fehacientemente su interés en conocer los misterios profundos del Ser?.
¿Cuál era el secreto?...